domingo, 20 de junio de 2010

"Por el maestro, bohemios..."


Viviendo en la Ciudad de México, fue casi imposible no encontrárselo aquí y allá, en alguna parte; varias veces coincidimos, por ejemplo, en Coyoacán; él abordaba el taxi del que yo me acababa de bajar, o viceversa. Con su cara graciosa y, detrás de sus grandes anteojos, sus ojos inquisitivos, muy despiertos; lo recuerdo siempre con sus eternos pantalones de mezclilla, a veces demasiado holgados. Lo conocí ya canoso (y famoso) y me presenté un día ante él sin que nadie, tan sólo sus libros, me lo presentaran. Yo le di un ejemplar de mi primer libro-plaqueta de poesía editado por la UNAM, Poemas de Amor y Locura (y otros textos perdidos). Le pedí que lo leyera y me di la vuelta sin darle más explicaciones. No creo que él las necesitara.

En 2005, cuando regresé por unos meses a México, volví a encontrarlo; me le acerqué y, saludándolo con un tímido "Como está, maestro", tuve el placer de estrecharle la mano una vez más. Y, sin sospecharlo, por última vez también. Yo sé que reconoció a aquel muchacho que quince años antes le había puesto su primer libro en las manos porque me sonrió contento y sorprendido como diciendo "Bueno, y ¿dónde te habías metido?".

México ha tenido la fortuna de contar con un escritor del calibre y la talla de Carlos Monsiváis, un crítico de una rareza y esplendor sin par en las letras mexicanas; tiene la virtud de no ser un escritor fácil, su wit y encanto están en el ágil destello de su inteligencia vertida en un torrente de palabras tan genial como, a veces, obscuro y enredado en el mismo éxtasis de su lenguaje.

Sus libros deberán hacerse obligatorios para las nuevas generaciones que quieran entender nuestro país (tanto el Nuevo catecismo para indios remisos, Días de guardar o Amor Perdido son ya clásicos), la sordidez de su política, la pestilencia de su economía y la riqueza de su literatura, así como su cultura mediática en general.

Desde aquí lo abrazo, maestro, con respeto y con el honor de haberlo conocido, nos hará falta.

R.I.P.

1 comentario:

Alberlink dijo...

Estabamos escuchando al MAESTRO Carlos en el aula "Che" Guevara de la preparatoria popular Fresno su conferencia sobre el consumismo, apenas unos dias de la muerte de John Lennon, la sala estaba abarrotada, mientras Monsi departia al frente sentado en una silla junto a dos moderadores mas y una mesa con un mantel blanco, cuando de repente a treinta centímetros de su cara sobre la mesa cayo una lampara como de dos metros de largo de tubos de halógeno que pendía del techo, despues del grito, un silencio incontenible. Dos compañeros retiraron la lampara de la mesa y la conferencia continuo sin ningún comentario. Asi fue como conocí físicamente a Carlos Monsivais.
Amor perdido el primer libro que lei de el y su columna Por mi madre bohemios llena de sarcasmo y picardía fueron para mi siempre imperdibles. Se puede hablar mas de Carlos y se seguira hablando. Una perdida irreparable.