domingo, 6 de febrero de 2011

Una debida atensión

Una cosa es ser pobre y otra, muy diferente, es actuar pobremente.

Hay ricos que actúan pobremente y que, tanto en su lenguaje como en sus actos, se conducen de una forma muy barata . Por el contrario, hay hombres que con un sueldo que apenas alcanza para sobrevivir se desenvuelven de una manera digna de admirarse.

Mientras trabajaba para la compañía DELL en Austin, Texas, una tarde se me acercó un hombre de raza negra, con el que apenas había cruzado algunas palabras más allá de Hola, Cómo estás, Que tengas un buen día, etc.

Y me dijo a boca jarro: "Tú eres un maestro". Sorprendido por tan sencilla y directa demostración de honestidad, flattered (halagado), le pregunté que por qué me decía eso. "Because you don´t just tell us what to do but when you do it, you show us how should be done." Traduzco: Porque no sólo nos dices cómo hacer las cosas, sino que, al hacerlo, nos demuestras como hacerlo.

Este negro gringo tenía la seriedad que les he notado a algunos compañeros de su misma raza, hombres y mujeres; cuando hablan, no bromean en absoluto, son muy serios y siempre se dirigen a uno de una forma tan cortés como diplomática; ríen y hablan poco pero cuando lo hacen lo hacen propiamente.

Una de las cosas que noté fue que no pasaba mucho tiempo cuando mis superiores me daban el cargo de entrenar a trabajadores nuevos y, una vez terminado su entrenamiento, me enviaban a otra área dónde al poco tiempo me pedían que enseñára a otros lo que había aprendido.  Y así.

Les confieso que hay cosas de sobra que he hecho en esta vida como para descartar sentirme un modelo a seguir por nadie. Pero con el tiempo también me he dado cuenta de que no hay que madurar nada más, hay que aprender a hacerlo.

En un viaje que hice a la Ciudad de México en el año 2005, conducía mi carro con placas gringas y en una ocasión olvidé que era miércoles y que por la terminación de las placas mi coche no debería circular ese día de la semana. Algunos me aseguraron que, tratándose de un carro estranjero, mi automóvil no entraba dentro de ese programa. Al percatarse de que circulaba ese día, una patrulla me detuvo.

Le arguí al oficial aquello que me habían dicho: Mi carro es gabacho y puede circular cuando quiera. En seguida sacó un librito de reglamentos y leyes de tránsito para el Distrito Federal y, efectivamente, ahí se estipula que Todo vehículo por el simple hecho de entrar a la Ciudad y sin importar su procedencia, está sujeto automáticamente al Programa de Hoy No Circula.

Ni hablar, le dije, déme la multa. No tan de prisa "mi estimado" --dijo el tamarindo posmoderno, sin muestras de estimarme tanto--, tenemos que llevarnos su coche al corralón porque no podemos dejarlo circular el resto del día.

Me relajé sobre el asiento, conté hasta diez, miré a mi acompañante y con resignación me di cuenta que había cierta lógica en eso. Se llevó mi licencia gringa, la analizó con su pareja y regresó a mi ventanilla y lo que me dijo cambió de repente todo el panorama ante mis ojos.

"Pues así es, mi amigo, me dijo --sabiendo que no me consideraba su amigo en absoluto-- lo vamos a tener que pasar al corralón, pero (a continuasión se encuentra la base de toda cortesía, diplomacia y pobreza mexicana) si usted nos da "una atención" a mí y a mí pareja, podemos arreglar este asunto.

O sea que ya no se trata de mordidas, término viejo y muy inapropiadamente canino para tales sutilezas, sino que hoy a la corrupción en México se le denomina tener "una atención".

Que, ya no se trata ni siquiera ni de la primera ni la segunda atensión a la que se refiere Carlos Castaneda en sus famosos libros, sino que es una atención que requiere salvar el pellejo de las garras de los buitres y los zorros que sobrevuelan el asfalto mexicano.

Aquí le dije al uniformado, no tan informado, algo que lo dejo de "a seis" y de "a siete": Está bien, estoy dispuesto a que el carro pase en el corralón el resto del día y a que usted me dé mi multa para pagarla.

El tamarindo posmoderno hizo todo lo posible para explicarme y reexplicarme que pagar mi multa me saldría en un ojo de la cara y que lo mejor era darle su atensioncita, aunque después comprobé que no sólo él, sino otros guaruras-buitres-perros-azules-tamarindos-puercos- esperaban en las cercanías y en las oficinas del corralón como ángeles flamígeros, sorprendidos de que alguien se negara a darles una "atención", y, en su lugar, prefiriera tomarse todas las molestias e ir a pagar la multa y perder todo el tiempo en el papeleo.

Al día siguiente fuí a pagar mi multa a la Comercial Mexicana y descubrí que si se paga durante en un lapso no mayor de treinta días, el monto se reduce a la mitad, es decir, a la tercera parte de lo que me hubiese costado darles la atención a estos deadeaters, cuando me negué a atenderlos.
Después de hacernos dar múltiples vueltas y pedirme veinte mil copias de este documento y aquel, me entregaron mi carro al siguiente día. Me prometí no volver a olvidar nunca más el famoso día de Hoy No Circula, es decir, que, para mí, la verdadera atención está en aprender a respetar ese programa, para ahorrarse innecesarios dolores de cabeza, sin tener que llemar los bolsillos de policías corruptos.

Lo más curioso y sorprendente de todo es que, viviendo en Texas, al platicar con una amiga abogada que ha ejercido su oficio en Estados Unidos durante veinte años, hablando sobre esos renglones torcidos de la corrupción aquí y allá me dijo: Comparada con la corrupción en norteamérica, la corrupción en México está en pañales, my friend.

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