Esta es la tercera versión (quizás no sea la última) que hago de este cuento -a la que llamaremos Versión Austin-; la cual hice sin consultar ninguna de las dos versiones previas.Como la dedicatoria siempre ha sido la misma, el pequeño cuento que leerán obedece a una invitación, por parte de mi sobrina Betsy, de darle un cuento para ilustrar. Esta es mi aportación, sé que el trabajo será todo un reto.
LA LUCHA
by Tonatiuh Catalá
A Betsy Nayelli
Durante muchos años me persiguió. Días y noches interminables duró aquel terrible acecho. A medida que pasaba el tiempo me olvidé casi de existir. Vivía nada más para escapar de aquella bestia. Mi vida se convirtió así en un constante huir de ese monstruo, el cual no dejaba de correr tras de mí, voraz e incansable. ¿Por qué a mí? Me preguntaba. ¿Qué había hecho yo para que me persiguiera de esa manera? Sólo a mí.
La bestia era horrible; la escuchaba bufar acarcándose cada vez más, sintiendo su agitado aliento en mi cuello. Podía percibir sus pupilas abrirse inconmensurables cuando creía que estaba a punto de pillarme. Muchas veces, sus filosas garras me pasaban rozando la espalda, y en innumerables ocasiones estuvo a punto de atraparme, aunque siempre conseguí escabullirme en el último momento.
De cualquier modo, tantos años de huir me fueron debilitando poco a poco. Aquella criatura siniestra iba ganando terreno, y aproximándose peligrosamente cada vez más.
Confieso que algunas veces estuve cerca de rendirme, débil, me parecía no tener más fuerzas para continuar. Era absurdo vivir únicamente para correr. Mi casa se había transformado en una guarida. La calle, en un túnel de escape.
Una noche, mientras la luna se desparramaba por los bigotes de los gatos solitarios, salté una cerca y tropecé, caí al suelo, tenía el tobillo partido a la mitad. Me pareció ser el fin, me vi a su merced, incapaz de huir más. Como pude, me armé de valor y decidí luchar hasta el final. No hubo otra cosa qué hacer, no quería morir como un cobarde. Así que junté todas las fuerzas que me quedaban, y me levanté, dispuesto a enfrentarme a aquel monstruo. No vi nada.
Larga y obscura como una bestia harapienta, se extendía ahí, solamente mi sombra.
b
1 comentario:
Somos cobardes ¿no? y como dice Andrés(malvisto) no siquiera sabemos por qué.
Saludos
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