Ayer por la noche, en mi acostumbrado viaje en bicicleta, sufrí una caída que me provocó una herida de cuatro centímetros arriba de la ceja derecha. Me dieron diez puntadas. Tomaron radiografías de mi cerebro (siempre tuve ganas de entrar a uno de esos escaneadores cilíndricos superarchirecontramodernos: mi sueño se cumplió, por fin). Los doctores dijeron que no hay ningún daño cerebral, fuera del normal, es decir, sigo con mi locura que ya traigo de siempre.
Aunque orita mi cara se parece a la de Julio César Chávez después de la última madriza que le pusieron. Si de pronto comienzan a aparecer misteriosos post o comentarios extraños a los anteriores, no se preocupen, ya lo loco jamás se me iba a quitar.
Por lo pronto en casa, en recuperación.
Hay algo que me tiene aún intrigado: no puedo recordar lo que pasó segundos antes de mi caída. Me veo salir del estacionamiento donde trabajo y lo siguiente es estar de pie, sintiendo la sangre caer sobre mi cara, mis compañeros acercándose y ofreciéndome ayuda... Recuerdo todo lo que pasó después -no perdí el conocimiento- y durante el día. Pero esos segundos antes y durante mi caída, ¿dónde están?
Ayer debí de publicar una entrada para celebrar el cumpleaños de mi sobrina Alejandra Valeria. Ni modo. Apenas voy abriendo poquito a poquito mi ojo derecho, ahí la llevo.
2 comentarios:
Lo bueno es que no pasó a mayores. Deduzco que no hubo testigos y entonces es mayor la intriga de lo que sucedió. Esos segundos estarán en alguna parte del cerebro empeñado en jugarte una mala pasada. Será como tantas otras cosas que no podemos saber por qué pasaron sin embargo sufrimos las conscuencias.
Un abrazo
Gracias Alba, en verdad que me intrigan esos segundos que no recuerdo. Quizás fueron vitales para que sobreviviera y que no pasara a mayores, como dices.
Sigo un poco confundido.
Saludos.
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