martes, 1 de diciembre de 2009

Los zapatos de José Emilio Pacheco



“Raramente concedía una entrevista. Me parece que en su juventud  Elena Poniatowska le hizo una, pero de ahí en fuera nosotros sólo lo conocimos a través de sus novelas, sus cuentos, sus ensayos literarios y sus poemas. También,  alguna vez escribió un hermoso y sabio poema explicando el por qué no daba entrevistas.
Fue allá por 1988 si equivoco la fecha por favor acháquenselo a mi despistada manera de memorizar datos y concordias, el año en que se organizó un festival de poesía en el Teatro de la Ciudad. Me parece que cuando Octavio Paz invitó a José Emilio Pacheco a participar, éste se negó al principio. Pero entonces Octavio sacó el colmillo y le reclamó a José Emilio que cómo sí se presentaba a dar conferencias cada vez que lo invitaban en el extranjero, las que le pagaban muy bien, y, en cambio, se negaba presentarse a leer sus poemas en su propio país. Ante esa "insistencia", José Emilio Pacheco accedió.

La noche del recital, cuando correspondió A Pacheco el turno de leer, salió de entre bambalinas, leyó y ante el asombro del público y los otros poetas presentes, incluyendo el propio Paz después de terminar de leer, desapareció tan raudo como veloz,  detrás de las mismas bambalinas por donde salió. Yo, sentado entre los agraciados asistentes aquella noche, noté que un poeta en el asiento contiguo a Paz  murmuraba algo a éste al oído. "¿Por qué se fue?", quizás le preguntó. A lo que Paz tal vez respondió, excusándolo: "No lo sé, tal vez le anda de la pi pí".

Pues al día siguiente me enteré, por un amigo cercano a él, que la noche del encuentro José Emilio Pacheco, tan despistado como siempre, por las prisas de no llegar tarde al Teatro se puso, sin darse cuenta al principio, dos zapatos diferentes, razón por la cual, para que el público no lo notara, evitó sentarse frente a la audiencia durante el evento, como sí hicieron en unas sillas los demás poetas que asistieron. "Siempre anda con grandes prisas", me confesó mi amigo, quien asistía conmigo a la Facultad de Filosofía y conocía también personalmente a Laura Pacheco, hija de José Emilio, y quien le había contado el incidente de los zapatos.
Yo lo conocí aquella noche de ese inolvidable evento agazapado en uno de los pasillos del Teatro de la Ciudad, mientras hablaba con alguien. Me miró con sus ojos inquietos mirando mis ojos detrás de sus gruesos anteojos, como para notar cualquier desliz de mi mirada hacia sus zapatos, y puedo decir que hasta lo hizo con cierta timidez.”
Con esta anécdota he querido festejar la otorgación este año del Premio Cervantes a nuestro querido poeta mexicano, José Emilio Pacheco. Yo sé que Octavio Paz, su maestro y amigo, le hubiera dicho: "No se me achicopale José, hay que recibir los premios nomás para quitarles toda su importancia."

Tonatiuh Catalá

2 comentarios:

Leonardo dijo...

Pues bonita anécdota. Un gran señor, don José Emilio.
Saludos

Unknown dijo...

Leonardo, así es.

Abrazo decembrino donde estés.