jueves, 11 de marzo de 2010

EL TITANIC MEXICANO

El texto siguiente es parte de una serie de reflexiones sobre mi país que presentaré en exclusiva para este blog a lo largo de este año.


La mayoría de los "políticos" mexicanos carecen de una visión política. Sin contar a los idiotas, a nadie más puede convencer su lenguaje y --salvo contadas excepciones-- se les echa en falta esencialmente dos cosas: vergüenza y carácter.

I


La política en México se asemeja a un barco hundido, un Titanic naufragado, descolorido y herrumbroso, perdido hace ya muchos años en las ideologías del siglo XX. La luz que llega de la superficie a este oxidado trasatlántico es apenas suficiente para iluminar su obscura existencia, y sólo para descubrir que está ahí, sepultado.

Atónitos, presenciamos su enorme y antigua grandeza, pero con la visión que nos provoca el cadáver de un rey inmóvil en su tumba.

Indudablemente, hay personas de buena fe en México que quisieran rescatar a este gigante derrotado, pero toda su inteligencia tropieza con esa densa y turbia profundidad abismal, y no pasa de ser más que un intento arqueológico, donde la exhumación y el rescate de esa tumba-cueva (trozo de un rompecabezas histórico, sellada por las arenas insaciables de los hechos sociales) tropieza y se pudre bajo la luz de un presente siempre incierto y violento. No un tiempo nublado: tiempo lluvioso.

Si el cadáver de México está sepultado ya, entonces no tenemos por qué tratar de revivirlo ni desenterrarlo; no es ningún Lázaro ni nosotros tenemos el poder divino ni mágico para hacerlo.

En México, el mismo pueblo se ha convertido en una mera abstracción surrealista y cómica; es un espectro, donde sólo hay "televidentes", "radioescuchas", "fans", "electores", "marchistas" y "huelguistas" o lo que usted quiera, pero ni siquiera se puede percibir a estos individuos como maza, sino como grupos marginados, indiferentes como almas y usados como negocio.

Pero, veámoslo de esa manera, supongamos que, efectivamente, México es ese trasatlántico hundido que un día es descubierto en el fondo marino y comenzamos a explorar sus restos. Nos preguntaremos entonces ¿qué fue lo que hizo hundirse a ese majestuso barco? ¿Un iceberg inmenso más grande que él?

Si fue un iceberg, la punta de ese iceberg es la corrupción.

En México, los partidos políticos no existen tampoco sino como instituciones mediáticas y burocráticas. Tanto el PAN, PRI, PRD, PT, etc., representan una farsa política.

El PRI nunca existió como Partido, sino como un poder institucionalizado, mafioso. El "dedazo" fue su símbolo; por eso ni siquiera puede alcanzar el mote de dictadura (ni blanda ni dura), sino de un mecenazgo, una especie de mafia cesariana, que hoy está provocando incansables muertes; pero (y por eso) también está en franca decadencia. Los vicios que el PRI acarreó, aunque no originados por ese Partido, siguen extendiéndose todavía hasta nuestros días.

El PRD nació de la desbandada de un PRI dividido, los miembros del primero son priistas desencantados, pero no por eso su idea de las cosas ni su forma de gobernar es diferente. Ni lo será.

En México tampoco existe "izquierda", ni "derecha" ni "centro". Nuestra "política" es euclidiana, una "política" donde el espacio no es lo primordial, porque sólo representa a la figura, es decir: al General, al Presidente, al Ministro, al Señor Secretario, al Senador, al Diputado, al Licenciado, al Jefe, al Comandante...

Digamos que exageré, que es posible moderar mi juicio; entonces puedo atreverme a decir que, si México existe, ese México tiene que morir tal y como es, de vejez, de cansancio, de muerte natural o por suicidio. Una gran enfermedad circula por las venas de ese país, plagado de católicos hipócritas y ateos consuetudinarios; su existencia se encuentra en un estado vegetal. ¿Será necesario que se apruebe la eutanasia, o lo dejaremos vivir así, para ver si ocurre un milagro con el tiempo?

México necesita de una metamorfósis, como la del gusano en una crisálida y luego en mariposa. Ya es hora de que la caridad (no de la iglesia, sino de la honestidad y el honor) moral, regresen a México.

Tonatiuh Catalá

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