miércoles, 13 de febrero de 2013

De por qué no soy católico




Nací y crecí en una familia católica. Mi abuela era católica de hueso colorado y mi madre, educada en los sesentas, no tanto. Ninguna de las dos nos impuso la religión como una obligación, aunque confieso que a la abuela Bruna no le hubiera gustado mucho lo que voy a decir: no soy católico.

¿Por qué? En primera porque para ser católico hay que creer en la autoridad del Papa, y yo no creo en tal. Cada vez que mis amigos estadounidenses me preguntan por qué no soy católico, es lo que les contesto.

Y en seguida les cuento aquella anécdota de cuando San Francisco fue a Roma y le dijo al Papa, sentado en su trono del vaticano:

“¿Qué estás haciendo aquí adentro, si los pobres están allá afuera?”

Y es que eso es lo que simboliza un Papa: un disfraz, una vestidura de oro patética y decadente que no puedo tragarme ni respetar.

En cambio, sí soy cristiano. Creo en Jesucristo y en su madre. Y prometo, de una manera más amplia, en otra parte, explicarles por qué soy cristiano. Lo que me interesa decir y exponer ahora, en virtud de los hechos que han llevado al Papa Benedicto XVI a renunciar a su cargo, es que la iglesia católica, en honor al respeto por la vida, por la fe que profesa y su futuro, debería renunciar a la figura del Papa hoy y de una vez por todas; la iglesia no necesita de un líder, necesita de una nueva orientación y de una verdadera honestidad cristiana.

TC

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