miércoles, 2 de enero de 2013

"Yo soy yo y mis circunstancias"


31 de diciembre, 1998. Germantown, Memphis. Es cerca de la media noche. Entro a un restaurante italiano; curiosamente, lo pienso ahora, el mismo restaurante donde años más tarde conoceré a Kristina, quien se convertirá en mi esposa. Pero en ese momento todavía no lo sé. El lugar está repleto, a reventar. Me cuelo hasta la barra y pido un Jack & Coke. Noto que quiero estar en medio de todo ese bullicio y esa gente, me recuerdo a El hombre de la multitud, de Poe; aunque no quiero encontrarme con nadie que conozca; no busco, y trato simplemente de fundirme entre las voces y cuerpos que se mueven, gritan y esperan la llegada del último año del siglo, 1999, nada mas. No deseo a esa multitud en este momento; para mí, los otros sólo están ahí accidentalmente; reconozco su esencia, pero ignoro su presencia y no pienso quedarme en ese sitio por mucho tiempo tampoco. Si alguien se me acerca e intenta entablar conversación conmigo soy cortés, pero cortante. Dos wiskis mas tarde, tan sólo unos minutos antes de la media noche, decido abandonar el restaurante y volver a mi departamento, a sólo tres calles del restaurante italiano. No llueve ni neva; hace frío pero mi gabardina inglesa y el Jack Daniel's me hacen disfrutar el clima; escucho cohetes y cuetes en la distancia; las calles a mi alrededor son tan silenciosas que puedo escuchar mis propios pasos en la noche. No encuentro a una sola persona en las aceras, las calles están desiertas aquí en Germantown; si esta ciudad festeja, parece hacerlo a puerta cerrada. De pronto me percato de algo, soy consciente de algo: es la primera vez que hago esto en mi vida: festejar la llegada de un nuevo año caminando solo por la calle. Pero no me siento solo en absoluto; no me asalta tampoco el menor sentimiento de soledad ni nostalgia ni tristeza, todo lo contrario; esa algarabía lejana es la mía, la fiesta en el restaurante es la mía; el tronido de los cohetes me llena de alegría. Estoy despierto, estoy vivo, celebro; voy de traje y corbata de regreso a mi apartamento y una inmensa dicha me abraza porque he podido estar en cualquier parte, con amigos o con una amante, o simplemente quedarme en el restaurante y…celebrar; pero esta es pirotecnia pura del alma y el espíritu. Ha comenzado el nuevo año, 1999. Pienso en mi familia, en México, en todos los que están y los que no están; imagino sus caras de celebración en esos momentos; no estoy solo. Aquella noche se convirtió en un poema que después titulé Primero de Enero.

Nunca he vuelto a festejar de esa manera la llegada de un nuevo año. Todo lo opuesto a mi celebración de la llegada del 2012: bailando. Pero aquella noche de 1998-99 me pertenece, es parte de mi historia y mi orgullo.

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