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Somos lo que vemos. Y lo que vemos nos transforma en lo que hacemos. Este somos no se da como un destino sino, más bien, como un propósito y una forma de estar en el mundo. Ver es una invitación a pensar, y digo pensar sin aludir a una acción categórica porque dos personas pueden reaccionar de distinta manera a una misma imagen; lo cual afirma mi primera proposición y da paso al planteamiento de una segunda.
Lo que soy no depende por completo de lo que veo sino de lo que pienso. El pensar es algo que puede o no regirse por la acción; es un resultado que puede tener distintas consecuencias, la mayoría de las cuales son subjetivas. Ejemplo; dos hombres contemplan una puesta de sol, uno opta por pintar un cuadro, otro por escribir un poema o una sonata. Algunas veces el resultado del pensar no se vincula necesariamente con la primera impresión de lo que vi, por el contrario, es incluso posible que mi reacción ulterior no tenga nada que ver con lo que veo en un principio.
El mundo es un río al que penetramos con la mirada; ese río muchas veces parece incluso ignorarnos, nos cautiva o nos segrega, pero es imposible ignorarlo.
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