martes, 11 de octubre de 2011

Adele Laurie Blue Adkins

Cuenta el maestro Gabriel García Márquez (irónico, claro) en alguna parte de Vivir para contarlo, que un día tuvo la perversa idea de que Mozart no existía, porque cuando suena mal se parece a Schumann y cuando suena bien se parece a Beethoven; el comentario es además gracioso porque, si nos atenemos a la cronología, el virtuoso compositor austriaco nació antes que los otros dos músicos alemanes que lo precedieron. Yo, sin tanto tino para esas circunnavegaciones, pero casi con la misma intuición y por razones similares, llegué a la conclusión de que muchos cantantes no existían.

Excepciones aparte, recuerdo que la primera vez que escuché a Shakira a mediados de los noventa, su voz no me agradó mucho pero me pareció que había algo diferente y nuevo en ese timbre. A su vez, pienso que la voz de J Lo y Mariah Carey, por ejemplo, no existen porque ya tenemos a Widney Houston y a Celine Dion

Pero la voz de la cantante británica Adele (pronunciese en español sin la final y alargando un poco la l) es, señoras y señores, todo un mundo y realidad aparte. Aquí está.

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