El octavo libro de la saga de Harry Potter, que se
titularía —Harry Potter y el sueño del apocalipsis, podría
comenzar de esta manera:
Aquella mañana, mientras jugaba con su hijo en
el jardín, Harry vio volar por entre los árboles a la señora Molly Weasley. En ese
momento comenzó a sentir un gran ardor en la frente, precisamente en esa
cicatriz que no había vuelto a dolerle desde la muerte de Lord Voldemort. La
dulce y tierna sonrisa de su suegra se transformó de repente en una mueca siniestra, como la de un cuervo
hechizado. Mientras ella apuntaba su poderosa varita contra Harry, a él le tomó
unos cuantos segundos, antes de escuchar el Avedacadabra
de ella y caer muerto, recordar que esa mañana su esposa Ginny le había pedido su varita
mágica para “limpiarla”…
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